Osadías, creencias, alucinaciones

Las tres palabras, aunque parezca un contrasentido, están vinculadas. Se podría decir, también, iconoclasta, fe, delirios. ¿Es esa la verdadera distancia entre un fútbol y otro? Según como se mire. Hay distancias de distan cias, y si pensamos en que había jugadores que no estaban aptos para este partido, por la aceleración y la vertiginosidad, ese mirar a los españoles pasar por el lado sin capacidad para la respuesta, sí es verdad que el acantilado entre uno y otro existe. Julio Alvarez, jugador de la segunda división española y puesto ahí porque se supone conoce a los hombres de ese país, resultó un desatino, porque mire que Álvarez contra Xavi Alonso o Sergio Busquets, o cualquiera de ellos era el arcabuz de un solo tiro contra una kalashnikov. Miguel Mea Vitali, muy bueno para el campeonato nacional o para otro partido en el que la proclama fundamental no fuera el ritmo de Andalucía, fue desalentador. Los citamos a ellos, por poner dos ejemplos de la incapacidad venezolana para entrar en el partido, para seguir de cerca las acciones, para participar en el discurso del mediocampo... Pero si nos atenemos a otros hechos recientes, pues claro que esa no tiene por qué ser la verdadera diferencia. Es obvio que jugar contra Argentina, con todo y su Lionel Messi, su Gonzalo Higuaín y su Javier Mascherano, no es jugar contra España; los gauchos tienen un ritmo que invita a bailar, una danza que es dulce acompañar, y por eso contra ellos, de alguna manera, siempre se tienen opciones. Pero ante los hispanos no, porque es el campeón del mundo, o porque Europa está en una dimensión distinta, que es como un puñal que a Suramérica se le clava y duele en un costado del pecho. Realmente, no esperábamos muchos más de la selección Vinotinto en este acto de osadía; no esperábamos más que pelear, meter pierna, mostrar que hay cosas por ver...

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