Asovac y la investigación científica

En 1980, John Lennon compuso una canción, Beautiful boy, uno de cuyos versos, muy conocido y citado, tradujo en claves comprensibles para los mortales el nudo gordiano del ser o no ser filosófico: La vida es lo que te ocurre mientras estás ocupado haciendo otros planes. Cuando trabajo en una no vela, lo recuerdo porque siento que describe con precisión la circunstancia en la que me encuentro. Escribir una novela exige que uno se interne en su trama a tal punto que la sensación que se tiene mientras dura ese largo proceso es que se viven dos vidas paralelas. La vida real, la de todos, que transcurre impasible a nuestros quehaceres y de la cual es imperativo formar parte, y la otra, la de los planes, aquella en la que me limito a lidiar con personajes literarios que parecieran querer saltar a esa vida real que a ellos sí les está negada. La idea de jugar a ser dios y crear, incluso a capricho, personajes y situaciones al margen de la vida real, es una droga muy poderosa. Hay que tener cuidado con ella porque, como cual quier otra droga, la tentación de quedarse en el mundo de la ficción puede resultar irresistible. Cuando el miedo a quedarme atrapado en la ficción alcanza su máxima cota, entiendo que la novela está lista para entregarla al editor. Acepto con renuencia que ha llegado el momento de que aterrice en la realidad y vuelva a la vida en la que participan los otros; materialización que le da sentido al esfuerzo y a mi existencia misma. Si la obra no alcanza a la gen te, pues, quizás ni siquiera deba llevar ese nombre, será obra en la medida en que tenga un impacto, que uno espera que sea positivo, en los demás. ¿Y cuál puede ser el impacto de una novela? Pues, seguramente muy tenue, sería vano pretender que la acción individual de un creador literario pueda cambiar de manera apreciable las dinámicas sociales tan enormes bajo las que vivimos, esta asfixiante polarización. Sería tonto también abstenerse del acto creativo porque la mitad del conglomerado social, y el poder omnímodo que en su nombre administra a la sociedad entera, hagan caso omiso de esa creación o la condene al ostracismo. No queda más remedio que seguir creando, seguir haciendo los planes que, por lo pronto, una mitad de la sociedad va a valorar y la otra va a ignorar; planes para un cuerpo social que sufre de hemiplejia severa. Al final, los artistas siempre tienen la...

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