Me atrevo a imaginar

Todo artista es, por definición, el antipoder. Suele disentir, cuestionar, proponer. Es la contravía del statu quo. Históricamente, cada vez que el Estado intenta apropiarse del sistema cultural, las articulaciones internas de la libertad crujen. Se activa, entonces, el forcejeo, la resistencia. Pienso, con León Blum, que el hombre libre es el que no teme ir hasta el final de sus pensamientos. Al poder lo inquietan los creadores. La transgresión no puede dormir en la misma cama con la censura. La irreverencia no conoce sumisión posible. La imaginación no acepta ser uniformada. Escribir lo que quieras. Decir lo que piensas. Son frases tan breves y a la vez tan poderosas. Me atrevo a redondear mis apetencias: Quiero, por ejemplo, trabajar en una televisión que no viva intimidada por el poder. Quiero escribir historias que puedan cuestionar la realidad sin temor a cierres o represalias. Quiero garabatear personajes cotidianos, olorosos a Metro y tardanza, quejándose por algún desatino del país. Quiero olvidar una pandemia llamada autocensura. Quiero un sistema de creación que no dependa de los subsidios del Estado. Quiero un país donde los libros sean prioridad y no lujo. Quiero contemplar en cadena sólo uniformes de beisbol y vinotinto. Quiero desintoxicarme de encantadores de serpientes. Por eso, me cuesta entender a aquellos creadores que no opinan, no toman posición, y prefieren ocultarse detrás de la confortable frase que reza: Yo me debo a mi público. Y pregunto: ¿No nos debemos también al país y su infamante lista de cadáveres diarios? ¿Al país y la tinta de odio que lo surca? ¿Al país y su larga legión de expropiados, damnificados, exiliados, presos, humillados y excluidos? Muchos artistas esconden el desencanto tras el biombo de la apolítica. Bajan apurados al sótano de los silencios oportunos. Otros se hacen dúctiles, maleables. Yo he visto a muchos clausurar su queja por miedo, mudar de piel por interés, o dar zancadas largas con pasaporte en mano. Creo que todo artista debe ser voz de su tribu. Decía Albert Camus que el papel del escritor no puede estar al servicio de los que hacen la...

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