La austeridad es una variable de peso en la quiniela

Es sacrílego referirse a las películas de Terrence Malick, probablemente el más etéreo y comprometido de los involucrados este año en el Oscar, acerca de cuánto costaron. El ciudadano Kane no ocupa un lugar en la historia por lo que recaudó en taquilla. Pero no hay actividad artística que dependa tanto del dinero como el cine. Ni escribir un libro ni pintar un cuadro implican una planificación de equipos y material humano digna de una estrategia bélica. Woody Allen, otro patrimonio viviente reconocido en 2012, ha sustentado su carrera en la habilidad para dirigir, año tras año, una película que jamás excede un presupuesto de 20 millones de dólares. Los sueldos de los actores no son un problema, pues cualquier estrella se pone gratis a sus órdenes. Pero resulta conmovedor leer en Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax, que en ocasiones el director neoyorquino ha sacrificado algún tema de jazz en sus bandas sonoras debido a que no puede pagar los derechos de autor. Siempre es riesgoso atribuir al Oscar (un premio entregado de manera colegiada) pagar los derechos de autor como si detrás de sus votaciones estuviera la mano peluda de una secta. Pero un ejercicio de la revista Entertainment Weekly persiguió una fórmula "sabermétrica" (similar a las estadísticas del gerente de beisbol de El juego de la fortuna) para determinar...

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