¿Auto de fe colectivo?

El cansancio mina la humanidad más sólida, la vuelve un guiñapo en poco tiempo. La sole dad es una tenaza aniquiladora, desmorona con implacable eficacia aun al más ermitaño de los seres. Cansancio y soledad forman un binomio aterrador, son cabezas de una serpiente capaz de inmovilizar a cualquiera que caiga en medio de ellos. Es una pinza que se ha empleado despiadadamente por muchas culturas en numerosas ocasiones.Una de sus manifestaciones más conspicuas es la hérem, que es la mayor censura eclesiástica judía y que acarrea para el que la padece la exclusión de su comunidad, y lo convierte en un apestado. Uno de los casos más famosos de su aplicación fue la que se emitió el 27 de julio de 1656 en la que se anuncia: Expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch de Spinoza, con la aprobación del Santo Dios y de toda esta Santa comunidad, ante los Santos Libros de la Ley con sus 613 prescripciones. No contentos con ello, cerraban la ordenanza con la siguiente perla: Ordenamos que nadie mantenga con él comunicación oral o escrita, que nadie le preste ningún favor, que nadie permanezca con él bajo el mismo techo o a menos de cuatro yardas, que nadie lea nada escrito o trans cripto por él. Sin los galones de Spinoza, de cuyos aportes al pensamiento humano no hay discusión posible, han surgido en los últimos tiempos operadores políticos con pretensiones filosóficas, así como viejos celestinos oficiosos, a tratar de aplicar una suerte de hérem a todos los que hemos cuestionado de mil y una maneras el bendito diálogo que a troche y moche nos tratan de...

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