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Bailar descalzo

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Vincent

En el fervor de la Revolución bolchevique Vladimir Ilich Lenin supo de la existen cia europea de una bailarina americana de San Francisco que causaba revuelo por sus novedosas ideas sobre el movimiento corporal y por el hecho de que, inspirada en danzas de la antigua Grecia, bailaba descalza y sin apegos a normas tradicionales académicas o convencionales. ¡Se llama ba Isadora Duncan! En 1921, fue invitada por Lenin para que diera a conocer en Moscú sus concepciones de la danza que razonablemente podían ajustarse al nuevo humanismo que pregonaba la naciente revolución.Isadora no alcanzó ninguna gloria en la Rusia comunista porque, además de entramparse con el poeta Serguei Esenin y enloquecerlo hasta acabar alcoholizado y suicida, se le ocurrió visitar el Bolshoi, templo de la danza académica y asistir a los ensayos. Allí preguntó a los bailarines: ¿Ustedes no están haciendo una revolución?. Y dijo: Quítense entonces esas zapatillas de punta. ¡Bailen descalzos! ¡Amigos, la revolución comienza por los pies!.Pero ya la burocracia y el pe so castrador de la nueva ideología comenzaban a cuestionar y a disolver todo asomo de renovación y creatividad; y, como hecho curioso, en lugar de abrazarse a nuevas y revolucionarias concepciones dancísticas hizo suya la herencia zarista del ballet prolongando en Terpsícore el recuerdo de épocas de oprobios que la propia revolución creía haber liquidado cuando perforó con las bayonetas los toneles de vino del Palacio de Invierno y los bolcheviques, bajo órdenes de Lenin, asesinaban al zar Nicolás Romanov y a toda su familia en un sóta no oscuro y vulgar. La turbulenta y extravagante Isadora, pionera de lo que entonces se llamaba la danza moderna, tuvo que abandonar su proyecto de crear una Escuela de Danza Futura y dejó atrás, para siempre, las nacientes Repúblicas Socialistas Soviéticas en las que, posteriormente, la crueldad de José Stalin iba a implantar el terror y la muerte; y en el arte, la mediocridad del realismo socialista y...

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