El corazón de las banderas

El Jazz and Heritage Festival es uno de los principales motores financieros de la ciudad de Nueva Orleans, una empresa que, en 6 días de espectáculos, atrae a medio millón de visitantes y mueve alrededor de 300 millones de dólares. El viejo Jazz Fest, cuya primera edición se celebró en 1971, dejó de ser una reunión de artistas plásticos, artesanos y músicos para transformarse en un negocio del que provienen los fondos con que se financian las tradiciones musicales locales: brass bands y desfiles danzantes de calle second lines que, junto con las danzas tribales de los Mardi Gras Indians, componen la sensibilidad universal de una ciudad cuya reputación reside en la estirpe de sus sonidos.El festival ha pasado a tener 12 escenarios instalados en el hipódromo local y a todos los músicos los une así sea como pretexto el groove de la africanía. Cuando és te es explícito, el escenario es deliberadamente étnico. Entre esos escenarios, el más importante es el Congo Square, nombre del cabildo africano de Nueva Orleans en tiempos en que franceses y españoles gobernaban la ciudad, a lo largo del siglo XVIII. La plaza del Congo ocupa hoy una esquina venerada dentro del parque Louis Armstrong, en el barrio llamado Tremé, primer distrito residencial de Estados Unidos donde la comunidad negra era propietaria de sus residencias e incluso de sus puestos en los bancos de la iglesia.Por segunda vez, el simbólico Congo Square del Jazz Fest recibió el pasado domingo 28 de abril a Juan Luis Guerra. El músico dominicano interpretó su repertorio habitual con su calidad acostumbrada, una especie de emoción en vivo que siempre suena como programada en soporte digital. Músicos estadounidenses de bandas locales asistieron al concierto para estudiar cómo un show nutrido de ritmos bailables, güiras y tamboras puede ser riguroso y estructurado; para comprender cómo la estrella, sin decir nada más sino gracias o admitir una que otra solicitud del público, puede ser distante pero carismática; y para sorprenderse de cómo un evangélico confeso hace que su audiencia baile y cante su fe y, transpirando, pase por alto el reflejo de juzgarla, como en la música góspel.La concurrencia...

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