Un bar es testigo de la violencia desmedida

No es una sala convencional. Los espectadores pueden tener una bebida en la mano y muchas ganas de bailar. Para algunos es tan sólo la primera parada de una noche de rumba. Ellos no esperan ver una obra de teatro tradicional. Es este el público al que está orientado Secuéstrame Estocolmo, versión que rea lizó Daniel Alfonso Rojas de la pieza del periodista y director argentino Pablo Alba rello. El montaje se estrenó anoche en El Teatro Bar de Las Mercedes. La escena es húmeda y as fixiante. Lo que pareciera ser una pequeña caja negra se convierte, al bajar las luces, en el lugar en el que se desarrolla un secuestro. Se escuchan canciones de salsa y cumbia. El Walter, el grande, ha llegado con su pandilla para hacer su trabajo: acumular dinero y muertos para ganar más fama entre su círculo de sociópatas. El público ha quedado atrapado. Julito, un amigo de la in fancia del malandro, se encuentra entre las víctimas y desarrolla con él una relación enfermiza que lo llevará a pasar momentos de dolor a la vista de los que integran la banda: el gordo, el flaco y el que parece no ser muy inteligente. Es precisamente eso, hacer que el espectador se sienta sofocado y viva una situación aparente de secuestro, con agregados de absurdo. Es una puesta atormentante y desordenada en la que la...

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