La batalla del comunismo

En el histórico encuentro que sostuvieron a comienzo de la década de los años sesenta del siglo pasado Fidel Castro, jefe de una revolución que comenzaba en Cuba, y Rómulo Betancourt, primer presidente de Venezuela luego de una dictadura militar, el cubano ya avizoraba para su provecho un futuro financiado con el petróleo venezolano. Infortunadamente para él, se topó entonces con uno de los políticos más curtidos y avezados del continente. Alguien que podía ver y entender la radiografía política de Castro, de frente y de perfil, antes que otros hipnotizados. Pero Castro ha tenido siem pre las dos condiciones maquiavélicas de un líder: talento y fortuna. La suerte le llegó con creces en sus años postreros. No vino sola, es cierto, sino de la mano de su visión y talento político. Luego de ser uno de los pri meros mandatarios en condenar el intento de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez en 1992, se percata de la veta enorme que encarna un joven militar formado apresuradamente y con la mitología de la izquierda latinoamericana intacta en la cabeza. De inmediato le invita con honores a La Habana, apenas Hugo Chávez es sobreseído de la causa de una felonía mayor a su juramento profesional, dos años después. Comienza entonces una de las relaciones más fructíferas para la familia Castro de que haya memoria, pues con este Hugo Chávez en la Presidencia de la República, después de la debacle de un sistema de partidos que jamás se reformó y que pensó que la historia había llegado a su fin, Venezuela pasaría a ser el mayor sustento de la economía cubana y a eclipsar los mejores esfuerzos de la Unión Soviética. Tanto como Cuba ha sabido sorprender con sus deportistas en las olimpiadas, está demostrado que las economías centralizadas y planificadas son un fracaso, y que la economía cubana sólo puede existir, y con ella el régimen de los Castro, si se le mantiene con subsidios. Nunca, en más de cincuenta años, ha podido dar un paso sola. Es una quiebra perpetua, mantenida con respiración artificial. Venezuela ha sido conde nada a...

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