Batman y sus villanos ante un sistema en crisis

Christopher Nolan ha conseguido que su Batman adquiera resonancias políticas, quizás poco digeribles en época de vacaciones. La segunda película de la saga del director londinense, El caballero de la noche 2008, fue interpretada por analistas culturales estadounidenses caso de Jake Coyle como una alegoría al 11 de septiembre de 2001 y la incapacidad de la democracia liberal para afrontar el terrorismo con métodos legales. El caballero de la noche ascien de encuentra resonancias en un momento histórico de burbujas financieras, quiebras, indignados, desempleados, invasores y presidentes latinoamericanos que anuncian el crepúsculo del capitalismo. Hordas bárbaras toman el control de Ciudad Gótica con la amenaza de una bomba nuclear sucia y profanan símbolos como el fútbol americano y el himno. Un poco más cerca del ecuador, cualquier parecido con la realidad del hipertrófico tirano Bane Tom Hardy, que usa una máscara que le provee de esteroides para aliviar un íntimo dolor, es pura coincidencia. En la ecuación también entra la rapiña individualista de supervivencia, más bien simpática, en la silueta entaconada y hedonista de Selina Kyle, Gatúbela Anne Hathaway, quizás el personaje más atractivamente ambiguo y que sale mejor parado de la presunta entrega final de Nolan. El inusual retrato de un super héroe quemado, que siente en sus articulaciones deterioradas la inexorable ley del tiempo y cuyo disfraz luce como una etapa superada según advierte hasta el mayordomo Alfred, así como los infranqueables retos físicos y mentales que opone la fuerza bruta de Bane, diferentes a los del Guasón de Heath Ledger de 2008, son ganchos de El caballero de la noche...

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