El beso de Tosca es eterno

Puede besar por amor, pero también por venganza, miedo o ansias de manipular. Floria Tosca, el personaje que da título a una de las óperas más famosas de Giacomo Puccini, vive presa de sus pasiones, que la gobiernan a su antojo. Nadie puede permanecer impasible ante el drama de esta mujer que es, al mismo tiempo, enfermizamente entregada, tierna, y calculadoramente celosa, peligrosa. Así es la Tosca que regresa en una breve segunda temporada al Teatro Teresa Carreño en la sobrecogedora voz de la soprano Sara Catarine: una mujer en el claroscuro de sus emociones. Y aunque el personaje fue concebido originalmente por Victorien Sardou en el siglo XIX y trasladado a la ópera a principios del XX, su vigencia es la de cualquier ser humano, de antes o de ahora, que actúa de acuerdo con sus más íntimas pulsiones. Ante la universalidad de la pieza del autor de Madama Butterfly y La Bohème, el ac tor y director de escena Julio Bouley propuso en noviembre del año pasado un montaje moderno capaz de conectar con las nuevas generaciones de espectadores, sumergidas en la tecnología de punta e Internet. Lo que se verá ahora es una depuración de aquella primera experiencia. Tosca es una de mis óperas fa voritas, conozco su libreto perfectamente. De hecho, seguí de cerca el proceso del guión de la adaptación al cine que hizo Iván Feo en 2001. Me fascina el juego de manipulación de la información que los personajes establecen entre ellos, dice Bouley, para quien el asunto no sólo atañe a lo amoroso, sino también a lo social, lo político, lo religioso y lo moral. Veneno de amor. Dividida en tres actos, Tosca se inicia en el interior de una iglesia, donde busca refugio Cesare Angelotti. Con la ayuda del pintor Mario Cavaradossi Robert Girón, a quien se le ha encomendado hacer un...

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