Bienvenidos a Las Cuatro P

S obre héroes y tumbas de Er nesto Sábato colocó un pe queña carga explosiva a mis concepciones infantiles sobre la prostitución. Uno de sus personajes, un católico de apellido Molinari, se refiere a la esencial función de válvula de escape social que, según él, cumplen las trabajadoras sexuales. Hoy me siento incapaz de juzgar a una prostituta, porque todos nos prostituimos, y algunos de manera mucho menos transparente, para garantizar el derecho a la alimentación. Se nos ha enseñado que el placer sexual de la mujer depende de la riqueza de su mundo afectivo, y por lo tanto, la prostitución es degradante. ¿Qué pasaría si no fuera siempre así? Por supuesto que no es un trabajo emocionalmente sencillo, pero hay jerarquías: no es lo mismo la fichera del bar de la avenida Lecuna que la universitaria o modelo de TV que se anuncia en Internet. Flor salvaje, telenovela coproducida por la cadena estadounidense Telemundo y la colombiana RTI que transmite Televen a las 9:00 pm, mete las cámaras dentro de un bar llamado Las Cuatro P en un pueblo petrolero ficticio de la selva amazónica, Nueva Esperanza. En una calle contigua que hace recordar a la película china Esposas y concubinas, prostitutas de varias nacionalidades atienden a sus clientes en habitaciones distinguidas con bombillos. Imaginé a un empleado de monitoreo de guardia en Conatel, a quien se le deslizaban los audífonos de las orejas, horrorizado ante su termo de café, mientras escuchaba el siguiente diálogo de Mina, puta argentina de Nueva Esperanza: Yo no me metí a este oficio para huir de la miseria, lo hice por puro placer y deleite. Disfruto del olor a hombre. La cama es mi altar, y la sábana, mi vestido de novia. Hago lo que hago en honor a la lujuria. ¿Es adecuado un texto así en televisión abierta? No lo sé, pero por mi parte no veo problema en que se muestre públicamente una óptica...

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