El bravo pueblo esta bravo

En las plazas desborda-das de basura y zagaletones atentos a los bolsos ajenos; en las bocacalles que dan al infierno y terminan en infinitas escaleras con los escalones perdidos y untados de esencias fecales, aguas negras y rastros de sangre; en los conucos estériles, azotados por las plagas, los burócratas, las sequías de ayer y las inundaciones de mañana; en la fábricas abandonadas, con la maquinaria llena de orín, sin electricidad ni cortocircuitos, con los depósitos vacíos igual que la nómina y la planilla de impuestos; en las urbanizaciones y barrios asediados por bandas de adolescentes con munición de sobra y carentes de piedad y conmiseración; debajo de los puentes, a la vera de Dios y su infinita corte de milagros.Sobre las aceras, de uno a otro lado de las autopistas, avenidas y oscuras callejuelas; a los largo de los túneles y en los pasillos de los centros comerciales; en los sucuchos que venden comida sobre manteles sucios que usan una y otra vez y es imposible distinguir la última salsa, la primera gota de sopa derramada o las lágrimas del último comensal; frente a los semáforos muertos y al lado de alevosos motorizados, unos imprudentes y otros per seguidos; en los ascensores y del otro lado de las montañas; a orillas del mar y en las travesías sin destino; en la zona más angosta de los grandes ríos y en la más ancha de los riachuelos, habrá que incluir el Guaire en su magnificente pestilencia; en los...

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