La buena onda

Los vinilos de colección, en pilas, unos arriba de otros. El que está de primero siem pre es uno diferente. Son una selección de sus acetatos de culto, parte de su stock personal de buena música, esos vinilos que el locutor y DJ David Rondón encuentra en sus requisas cada vez que olfatea curioso una tienda para empedernidos melómanos como él. Si de fetichismos hablamos para mí son los viniles. Es la música en sí, es si está usado o no, es el diseño del vinil, es si se trata de una edición de colección o si trae canciones que nunca consigues en digital... Yo no soy el megadigger que consigue joyas musicales, pero sí ando comprando acetatos siempre, confiesa con ese tono afable de una de sus incurables obsesiones. Allí, en esa casa como desván, en la que crea mezclas con sus acetatos y su reservorio de música digital, está en una esquina un cuadro de la artista plástico Caro Blaha que deja leer kiss me again y que está hecho con el mapa de Londres, del otro lado el espejo de rombos de la sala así como la lámpara con pantalla de rombos que le recuerdan a su alter ego de la nocturnidad como DJ Rombo. Una miniatura de Mustang del 66, un pequeño Ferrari del 62, el disco del 69 Jamming with Edward de los Rolling Stones, un pequeño Jim Morrison de juguete con sus pantalones de cuero que canta al micrófono como en sus mejores días de The Doors, un tocadiscos Technics 1200 al lado de pilas de acetatos. Siempre he tenido tocadiscos como éste, es el clásico de los DJ, con uno...

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