La burbuja de Maduro

Lo más temerario que podría hacer Nicolás Maduro es creer lo que dice. Siempre ca be la esperanza de que mienta y ya se sabe que los próceres rojos mienten hasta cuando dicen la verdad. Nadie les cree; ellos incluidos.Pero sería trágico que por un guiño neuronal o político, Maduro confíe en sus propias historias.Chávez hizo alianzas muy amplias y complejas, tanto por el liderazgo que erigió como por las bondades de los altos precios del barril; unas alianzas con gobiernos y movimientos políticos afines; otras por la vía del chantaje petrolero, y unas más por medio de la presión a la izquierda internacional estuviese en los gobiernos o no para obtener su apoyo o, al menos, la neutralidad benevolente con la cual zanganeaba Lenin a sus amigos tibios. Chávez era brutal, pero no era el más radical de su comparsa, lo que le permitía cierto juego.El caso de Nicolás es otro. Ni tiene liderazgo ni tiene plata.No tiene aliados afuera, salvo los que la inercia hereditaria le legó y que se le sacuden con discreción. No ejerce una conducción fuerte aunque sí brutalmente represiva, y por eso es prisionero de sus pares que no lo dejan moverse.Diosdado Cabello ejerce un obvio derecho a veto y dirige la política desde la televisión.Maduro ha devenido en una suerte de canciller, mientras que la presidencia que aspiró a ejercer se le desliza entre los dedos y está obligado a compartirla.Tampoco es el más radical del tinglado, pero...

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