Burocracia vs marca-país III

Cada vez que promovemos el consumo de proteínas sin la intervención de ex pertos y sin un marco severo de ley, terminamos arrasando con una especie. Lo hicimos con el pájaro dodo. Lo hicimos con el bisonte. No pararemos. El hombre no sólo es omnívoro, es insaciable. Es genocida cuando no lo limitan. Por ello estoy rotundamente negado a promover el consumo de proteínas con veda legal como el báquiro y creo que deben revisarse los mecanismos sobre vedas temporales como la de la langosta o del chigüire porque han perdido vigencia los ciclos establecidos por los técnicos. Sería feliz si no existiera la cacería o pesca permisada bajo el eufemismo de deportiva, como la del pavón o el pato güirirí entiendo que es necesaria en algunos casos para limitar poblaciones, pero no me gusta el concepto de matar por placer y creo que a los cazadores furtivos de animales como la lapa hay que castigarlos con cárcel. Creo igualmente que deben establecerse prohibiciones urgentes sobre especies que están a punto de desaparecer por sobreexplotación, como es el caso del chucho o del cazón... Pero me encantaría que cada uno de estos animales se vendiera en los supermercados, y eso no es una contradicción. Creo que, irónicamente, una de las mejores formas de preservar una especie comestible es aprendiendo a criarla para matarla. Salvo el caso de quienes han optado por seguir un régimen estrictamente vegetariano por razones éticas, negándose a vivir, lucrarse o disfrutar lo que surge de la muerte de otros seres vivos, el resto de los humanos hemos entendido que el camino con los animales comestibles siempre lleva al concepto de desarrollo sustentable. Hemos aprendido a reproducir animales en cautiverio, concentrarlos hacinados y beneficiarlos para nuestro consumo pato, vaca, cerdo, chivo, salmón, etc.; el problema es definir qué manejo darle a aquellos que están en estado salvaje cuyo consumo está íntimamente ligado a lo que somos como cultura. Difícil imaginar la cultura toscana Italia sin su cinghiale cerdo salvaje, jabalí, un mercado de calle parisino Francia sin liebres y patos salvajes guindando con su colorido plumaje los segundos, o un paseo por un restaurante de Copenhague Dinamarca sin tentarnos con un jugoso lomo de ciervo, y aunque suene cruento, si un inuit habitantes del Ártico tiene permitido cazar osos polares para alimento, la discusión de su expendio es igualmente válida. Esto no es un tema de quien...

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