Cabeza de lobo

Una amiga bióloga me describió alguna vez sus impresiones al observar una cucaracha bajo un microscopio. No le llamaban la atención la repugnancia que inspira el insecto ni su curiosa resistencia al magnetrón de un horno de microondas. La intrigaba más que su caparazón estuviera marcado con la memoria de su hambre: retazos de papel periódico o de los últimos vegetales rasguñados, señal de que los bichos se pasan la vida de pillaje en pillaje, raspando la olla.La imagen me recuerda la peor herencia del Rafael Caldera tardío: la idea del «chiripero», la metáfora kafkiana a la que el expresidente recurrió para referirse al electorado disperso y desengañado por el bipartidismo verdiblanco.Entre nuestra metamorfosis en rastreros y el trauma persistente del chavismo, la autoestima del venezolano es equivalente a un ataque de epilepsia. Me gustaría saber qué piensa el doctor Manuel Barroso sobre la poblada que saqueó hace algunos días un camión de carne en la autopista Francisco Fajardo y mató, a pisotón limpio, al chofer del vehículo. Me parece que para Barroso «autoestima» designa un proceso mediante el cual yo identifico mi naturaleza, mis aptitudes y mis limitaciones para encontrarme y hallar un lugar pertinente y productivo en la vida. Cuando no me encuentro porque no tuve la suerte, o cuando tuve la suerte pero algo me impidió reconocer las ventajas, no hago contacto conmigo mismo y ¡pum!: le echo la culpa al otro, abuso de mi poder, denuncio, le pido al gobierno, le caigo a piñas a mi mujer y me abandono al desmadre, a la botella, a la piedra...La fuerza de gravedad siempre alberga el consuelo de ser inevitable. Eso lo sabía Caldera, pero el comandante Chávez lo transformó en técnica retórica. Chávez comenzó su gestión designando culpables: llamando moribunda a la Constitución que rigió su generación y le permitió hacer carrera militar y multiplicó hasta el absurdo la probabilidad de su muerte, hasta que la encontró.También perforó el país hasta el fondo de su propio clientelismo, exigiendo de sus acólitos una declaración de inferioridad soy pobre, ignorante y débil porque el pasado, y el imperialismo yanqui así me hicieron y una sed insaciable de...

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