Por estas calles

En estas últimas semanas, dos escabrosos audios aireados por diputados de la oposición nos han ofrecido una visión escalofriante de la trastienda política del país.Sin duda, revelaciones de lo que podríamos llamar un gran desastre ético nacional. Primero fue Mario Silva en supuesta conversación con un agente cubano de inteligencia, revelando la trama de corrupción, abusos aberrantes de poder y sometimiento de la revolución a un gobierno extranjero. El segundo, el diálogo barriobajero entre un conocido empresario bolivariano, Wilmer Ruperti, y un distinguido experto petrolero y diputado suplente de Un Nuevo Tiempo, Heliodoro Quintero.Escuchar estos diálogos resulta una experiencia traumática. Ponen de manifiesto, con crudeza, sin adornos que nos distraigan, la inaudita descomposición moral del universo político-empresarial de la Venezuela actual. Penoso ejercicio ese de escuchar a los personajes de ambas grabaciones hablar sin el menor atisbo de pudor de las mil y una tropelías sin nombre de sus respectivos repertorios. Lo que queda al apagarse el eco de sus voces es la sensación de haber descubierto, más allá de lo inconcebible, que en las alturas de la jerarquía revolucionaria, todo, absolutamente todo, vale.Hace casi 21 años exactos el 25 de junio de 1992, Radio Caracas Televisión transmitió el primer capítulo de Por estas calles, innovadora telenovela escrita por Ibsen Martínez, que logró mantenerse en pantalla durante dos años aunque su creador abandonó el equipo al cabo de pocos meses, cuando creyó que la trama sencillamente había llegado a su fin natural. El éxito del proyecto consistió en la habilidad de Martínez para mezclar el día a día de los venezolanos con los sufrimientos ficticios de los personajes del culebrón, todo ello en una Caracas todavía trastornada por los impactos del Caracazo y el frustrado golpe militar del 4 de febrero, en un clima de inmenso de desengaño y rabia sin límites, los frutos más amargos de un poder político al parecer socialmente insensible y corrupto. Escenario a todas luces perfecto para que la infeliz Eurídice Briceño, humilde maestra de escuela acusada de un crimen que no había come tido y protagonista esencial de la primera etapa de la telenovela, se transformara de inmediato en el retrato hablado de las víctimas silenciadas por un régimen de supuesta y jactanciosa democracia representativa, que en realidad no era más que la fachada de una inmunda cloaca a...

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