El calvo y el de las dos pelucas

El domingo en la tarde escuchamos dos declaraciones dignas de atención. Aunque ya estaba cantado, se esperaba el anuncio de la autoridad electoral, por si se daba el caso fortuito de un contacto con la realidad que la reflejara en toda su magnitud. De esperanzas también se mantiene uno en medio de la arena movediza. De allí que estuviéramos pendientes de la señora Tibisay, por si pudiera suceder un vuelco en su conciencia y en sus compromisos con el jefe. Quizá pudiera ella entender, anhelamos desde nuestra ingenuidad, que el sol no se puede tapar con un dedo.Fue así como nos sentamos a esperar frente a las pantallas de unas empresas de televisión que habían disfrutado una nueva jornada de colosal holganza, pero que tal vez, y también de pronto, fuesen movidas por el aguijón de la diligencia.Pero las palabras del capitán Cabello y del general Padrino, prólogo de lo que ella diría, fueron suficientes para probar la precariedad de las esperanzas que puede abrigar un ciudadano medio inocente y completamente tonto.Dentro de la cantidad de descrip ciones y de supuestos análisis del entorno presentadas por el capitán Cabello, una solo bastó, en mi caso, para topar con la tergiversación de la realidad y con el tamaño de las patrañas que iba a desembuchar antes de que la dama del CNE nos abrumara con sus números triunfales. El capitán no tenía pinta de celebración, pero caras vemos, corazones no sabemos. La posibilidad de calcular la medida de la verdad de lo que pudiera comunicar dependía de lo que dijera, desde luego, y hete aquí que lo soltó sin que pudiera dejarnos siquiera una mínima cavilación en torno a lo que nos venía. Me refiero a su explicación de la resistencia de los Andes ante las conminaciones de la dictadura, frente a cuya excepcional bravura hemos quedado admirados desde las semanas anteriores. Para el capitán, una de las demostraciones más cabales de cómo el pueblo apoya a la revolución hasta jugarse la vida por ella, fue la heroica forma que buscaron los tachirenses y los merideños para cumplir con el sagrado deber. Pese a las dificultades puestas por la derecha, se atrevió a asegurar, los valientes pueblos de la montaña se sacrificaron para que la constituyente fuera un testimonio incontrovertible del vínculo que existe entre la sociedad y Nicolás Maduro. Pasaron ríos y quebradas, superaron riscos y páramos, caminos sin trillar, barricadas y barreras descomunales para apoyar el milagro de la salvación oficialista, afirmó sin...

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