¡Cambio y fuera!

La bestia lanza el zarpazo en sus momentos finales. Con su zarpa hiere y mata; pero allí está, arrinconada, enloquecida en su feria de muerte, llevándose a los últimos que alcanza, antes de irse para siempre.El régimen no puede per durar chapoteando en un inmenso lago de sangre. Ni la calle insurrecta parece dis puesta a permitírselo. Maduro carece de juego: el último invento, el de la constituyente a la medida de sus urgencias, cayó en el hueco fétido del eje Orinoco-Apure, los gallineros verticales y la limpieza del Guaire. No puede maniobrar con soltura; el engaño que viene, el de otros países aliados suyos en el diálogo, no tiene combustible para volar.El arrinconamiento lo ha lo grado el descomunal arrojo que ha desplegado la República en las calles, en los esfuerzos de cada ciudadano, a un costo inenarrable en sacrificios y, en primer lugar, el de los caídos en ciudades y pueblos por la bestialidad homicida del madurismo.Venezuela pareciera haber pasado del descontento a la protesta, de la protesta a la insurrección y de la insurrección a la voluntad irrenunciable de cambio.La cuestión es que la lucha todavía no tiene una decisión.Después de tanta represión, el régimen no ha podido derrotar la insurgencia. Después de tanto sacrificio, la calle no ha logrado que el régimen se vaya. ¿Hay un equilibrio de fuerzas en el cual ninguno de los dos factores puede vencer? Creo que no. El régimen está devastado...

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