Los campesinos y el esbirro

El martes los campesinos que venían de lo más profundo del territorio en dirección a Caracas con la ilusión de ser escuchados por el jefe de la revolución fueron recibidos en la autopista Valle-Coche por agentes de la Guardia Nacional, fuerza condenada a hacer el trabajo sucio de la autocracia, que desplegó contra ellos un festín de peinillas, bombas lacrimógenas y detonaciones de perdigones. Los militares estaban allí para impedir que los 400 caficultores entraran a la capital. Y, como algunos rompieron el cerco y emprendieron la marcha a pie, los volvieron a reprimir en las cercanías de Miraflores. Venían a reclamar el ajuste de precio de su producto, que el ministro de Agricultura y Tierras, Juan Carlos Loyo, les había prometido para octubre. Y tampoco cumplió. Loyo es el antiguo militante de Acción Democrática y luego partidario de la precandidatura de Miguelito Rodríguez, que, al convertirse en ejecutor de los mandados de Elías Jaua, engañó a Franklin Brito y más tarde se presentó en el Sur del Lago de Maracaibo, con una .45 al cinto y vestido con una franela que tenía pintada la cara de Ernesto Guevara, a arengar a los militares para que les arrebataran las tierras a los productores venezolanos y dárselas a los rusos. No es más que el funcionario que mandan a mentir, amenazar y humillar. Al día siguiente, el Gobierno aprobó un alza de 60,6% en el precio del café. Las reuniones y asambleas con Loyo no habían servido para nada. Aún disuelta por los militares, la movilización de los campesinos forzó al convaleciente a ocuparse de los caficultores y aumentar los precios del grano en todas sus presentaciones un incremento, por cierto, que todavía es insuficiente. El conflicto persistirá, sin duda, porque hay un serio problema de fondo. Hasta hace diez años, Venezuela producía 1,8 millones de quintales de café un quintal tiene 46 kilogramos; como el consumo interno era de alrededor de 1,4 millones de quintales, se exportaba la diferencia. El consumo en Venezuela era de unos 3 kilogramos de café por habitante al año, pero ha disminuido a 2,5 kilos por habitante/año, porque las nuevas generaciones no son tan aficionadas al café. El punto es que éramos un país...

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