Cancionero

Las canciones de amor cuentan la vida. Expresan una dimensión del sentimiento difícil de sentir y comunicar. Dicen claro y sin ambages lo que generalmente el pudor impide. Pocas maneras de abordar el canto amoroso como las generadas por las culturas latinas, extremas y radicales. A ese universo, que podría suponerse lejano para ella, quiso acercarse Julie Barnsley en Conti go aprendí, su nueva obra coreográfica creada para la Compañía Universitaria de las Artes de Unearte. El bolero se presenta, en apariencia, como orientador de un discurso corporal y gestual, que parte de una concepción lúdica de las emociones para llegar a estadios intensos y finalizar con una mirada ingenua sobre el conflicto. A esta determinante connotación sentimental y musical, Barnsley une su irrenunciable condi ción anglosajona, que aporta a su creación una visión del amor quizás de menor arrebato formal, aunque de equiparable intensidad. Este intercultural collage sonoro sirve de marco idóneo a Barnsley para insistir en un tema para ella recurrente: las relaciones humanas vistas desde la expresión de sentimientos complejos y contradictorios. El solo enunciado del título de la obra indica una pista, no siempre segura, de hacia dónde se dirige esta acción escénica de múltiples matices e implicaciones. Cantarle al amor parece ser una válida excusa para hurgar en la personal historia de la autora. Sin ser necesaria mente autobiográfica, Con tigo aprendí refiere disocia ción, búsqueda de identidad y relata, sin narrar, un viaje existencial por mundos tenidos como distintos, convertidos ya en inseparables e irrenunciables. Desde la periferia de las formas más reconocidas del amor romántico, hasta las convulsiones más violentas que éste...

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