Candidato único, tarjeta única

Los argumentos en contra de la tarjeta única son contra natura. Traídos por los cabe llos. Sectarios. Irresponsables. Comienzan con aquellos que dicen, hablan y aseguran la importancia histórica de que los partidos se cuenten y compitan. Y se contaron el 26 de septiembre de 2010. Y se contarán en las primarias. Y quieren también, pero qué vaina, que dizque compitan y se recuenten en las elecciones presidenciales. No es la importancia capital el derrotar a Chávez, lo primordial es competir y contarse. No es la imagen de una campaña que vaya más allá de los partidos. No es incorporar a quienes no son militantes de nada. Lo importante es competir y contarse. Cachúos. En las primarias habrá cua tro o cinco megacandidatos. Capriles. López. Pérez. Falcón. Ledezma. Y harán, por ganar, esfuerzos denodados. Supremos. Agonizantes. Apelarán a malabarismos, alianzas, publicidad, movilización y hasta santería. Para medirse. Para saber quién tiene más votos. Y después de eso, de medirse en artículo primarius, después de que uno de ellos gane y sea el candidato único, léase bien, candidato único, bueno, amigos, después de eso, a contarse y competir otra vez, carrizo. Y otra vez. Después de que haya un candidato único, ni de vaina una tarjeta única, para nada, a contarse otra vez. Qué manía. Otro argumento al que ape lan, aún más peculiar y descocado, es aquel según el cual, en pueblitos chiquiticos, en caseríos y campos remotos los votantes lo que quieren, lo que les gusta, es votar por su color, por su partido. Y argumentan, again, los conjurados, la ne cedad de contarse y competir, que si aquellos votantes remo tos no ven su tarjeta, su partido y su color en el tarjetón, pues, agarrarán tremenda tibiera, se sentirán hondamente burlados, traicionados y confundidos y no irán a votar. Por cierto, los únicos que gritaron no votar, no...

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