Caracas y sus palabras II

El siglo XIX simboliza para Caracas la llegada de la libertad lingüística. La independización española ha ofrecido la posibilidad de un crecimiento y la necesidad de ordenar la vida social ha supuesto vigilar y controlar los excesos incentivados por el libre ejercicio del quehacer ciudadano. La Independencia generó en su contra fuerte resistencia cultural y propició en contraste un apego subrayado por lo español, hispánico o hispanizado. Si creemos que la Caracas colonial resultaba remedo de vertientes españolas, la republicana madura en un diálogo intenso entre lo español y lo venezolano, lo puro y lo nuevo. La lengua criolla tendrá su punto de partida en la discusión sobre el purismo lingüístico. Denunciar y castigar se entenderán funciones centrales en torno al uso de lengua capitalina irradiada al resto del país. El sello contrastivo resultará nota central: ahorita, por ahora; atorarse, por ahogarse; botarate, por manirroto; bravo, por enfadado; bro llo, por embrollo; cabildan te, por concejal; catire, por rubio; cobija, por frazada; compinche, por camarada; conversador, por difama dor; Corte de Justicia, por Tribunal Superior; cotiza, por sandalia; cundirse, por llenarse; chismografía, por chismería; chocante, por impropio; debajo, por abajo; empecinarse, por obstinar se; fruncir, por restriñir; ha blantinoso, por parlanchín; jipato, por pálido; latir el perro, por ladrar; mandin ga, por el diablo; mantuano, por noble; maromero, por funámbulo; motolito, por zorrocloco; por tal de qué, por con tal de qué; previsivo, por previsor. La ruta semántica de estas y otras voces trazan el semblante de una sociedad que se empeña en crecer y en diferenciarse. Es así...

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