Caracas tóxica

Mi mamá se la ha pasado durmiendo un sueño tenaz que ya dura más de dos se manas. Su raquitismo y su coma guardan relación con lo que sucede en la calle: Su primera habitación, de clíni ca privada, estaba ubicada frente al estacionamiento de una tienda de electrodomésticos, asediada por un batallón de choferes que oía reguetón a todo volumen, afincados sobre las cornetas de sus carros, todos ansiosos por comprar la nevera nueva o el pantalla plana que les permita apreciar mejor las curvas siliconadas de las actrices de telenovela. Ella convulsionaba. Los médicos me aseguraban que no tenía conciencia. Mi tío vino en un par de ocasio nes a ver a su hermana. Las inmediaciones de la clínica deben haberle dado nostalgia. Su esposa, con quien ha estado casado 35 años, era vecina de la plaza Tiuna, después de una vieja casa de Los Rosales olorosa a mondongo y naftalina. A pesar del barrio de La Bandera, a mediados de los setenta Los Rosales admitía ciertos placeres campechanos: los hombres en la cocina, jugando jiley y bebiendo cerveza; los niños en la calle, distribuidos en grupos de hembras y varones vigilados por un comando de solteronas sexistas; todas las mujeres atendiendo y regañando, con aliento a café negro y las manos embadurnadas de sofrito. Después del escándalo ensorde cedor del horario en que los co mercios abren, Los Rosales decreta estado de sitio. Algo parecido sucede en Las Acacias, donde la dilución relativa del tráfico es el murmullo de la amenaza. Otra tía vive por allí. En los años setenta su casa era un dechado de prosperidad petrolera: tres pisos, un anexo y un salón de música acondicionado con amplificador Marantz y luz estroboscópica. Nada, sino el mito de un norte que pronto mutaba en quimera, hacía pensar en éxodos definitivos. Mientras estuvo en la clínica, sólo era cuando mis hermanos llegaban, hacia el mediodía, que yo me permitía dejar a mi mamá por un rato. El niple de concreto armado que es la Clínica Atías me disparaba hacia la calle, donde el alivio era breve. En el elevado de la avenida Roosevelt temblaba el atasco de una fila de...

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