El Caribe ahora está más cerca

El Caribe ahora está más cerca

La empresa española Pullmantur cambió la ruta que salía de la Isla de Margarita y la llevó más próxima a Caracas. De aquí en adelante, se podrá subir al Ocean Dream cada martes de la semana -hasta julio de 2011- para pasar 7 días de "mala vida"

Mirelis Morales Tovar mmorales@el.nacional.com

Allí estaba el Ocean Dream. Anclado en el puerto de La Guaira, con sus 205 metros de altura, sus 8 cubiertos y su capacidad para 1.422 pasajeros. Listo para cubrir 5 destinos del Caribe a lo largo de 7 días. En Vargas, aquello era un acontecimiento. Y no para menos, el último crucero que llegó a tierras varguenses había sido hace 10 años. De modo que la empresa española Pullmantur había roto con el maleficio, paradójicamente, un 12 de octubre. La impericia del personal que operaba en el terminal marítimo se hizo notar. Era evidente que habían perdido la práctica de recibir pasajeros. Pero una vez atravesado el umbral del puerto de La Guaira todo quedó en el olvido. Al cruzar, muchas sonrisas finalmente se exhibían ante la cámara del fotógrafo que recibía a las puertas del Ocean Dream, como muestra de bienvenida. Ya en adelante, todo lo que venía era un manojo de sorpresa para los novatos. Ver los camarotes, los pasillos, las escaleras, la recepción, los restaurantes, los bares, las piscinas. Todo recordaba al Titanic. Tanto, que durante el simulacro de emergencia más de un pasajero se atrevió a hacer comentarios alusivos a la embarcación que se hundió el 14 de abril de 1912, como si eso fuera a tranquilizar a alguien. Temía ver a alguna pareja haciendo de Jack y Rose en la popa del barco. Pero no. Los pasajeros estaban curiosos. Subían y bajaban escaleras. Entraban al Salón Bar Casablanca, daban una vuelta por el área de la piscina, curioseaban por la biblioteca, preguntaban cuánto costaba usar Internet, merodeaban por el casino aunque prometieron no jugar, se sentaban a comer en el buffet pese a no tener hambre y se acercaban a las tiendas Duty Free aun cuando no les quedaba cupo. La etiqueta "todo incluido" le dio alas a más de un pasajero para caer en excesos. Comer sin medida. Tomar lo que se quiera -siempre que estuviese en la lista de las bebidas incluidas-. Dormir cuanto le plazca. Bailar sin descanso. Broncearse más de la cuenta. Y disfrutar del buen ambiente sin remordimiento. Y bueno, si no es para eso ¿para que más se va a un crucero? En alta mar, no hay preocupación que valga. Allí, cada quien asumió la...

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