Baden-Baden, una casa de muñecas

El autobús, largo como una oruga gigante, se detiene y nos pone enfrente una casa de muñecas. Ante tal belleza, con cons trucciones muy alemanas y bien cuidadas, no sabemos por cuál camino andar. Estamos en Baden-Baden, tan cálida, tan lejana, tan acogedora, tan indiferente; lo más reluciente del suroeste germano, fronterizo con Francia. Hemos elegido el sendero que lleva a un parque de flores de colores, y lento, como perdonando el viento, un carruaje tirado por enormes caballos blancos marca el paso bajo la conducción de un hombre de edad avanzada. Monten, monten. Por 80 euros ustedes podrán conocer a Baden-Baden, invita el caballero, y con su tarifa de paseo confirma que la ciudad, que es como una ciudad de Barbie, es de las más caras de Alemania. Despunta una construcción imponente, antigua y moderna a la vez, y ante la intención de entrar nos ataja un lugareño: Señor, sólo de traje formal. Es el casino de Kurhaus, uno de los más famosos del mundo, donde celebridades asisten con frecuencia con la intención de ser vistos. En los restaurantes, de aspec to señorial, se bebe vino fino y jarras de cerveza grandes como un tonel. Namaskaar, Rive Gauche y Laterne son de buen comer, y el Café am Rathaus, donde es posible tomar un buen café colombiano y un trozo de pastel por seis euros, es dulce para pasar un rato de tertulia con los amigos. Pero lo máximo llega cuando las Termas de Caracalla están frente a nuestra vista. La antesala es un campo, verdísimo como son los campos de Alemania, donde niños y adultos juegan los juegos de la edad media. Vestidos como bufones, un grupo de hombres dirige la diversión. Las Termas, al estilo de Dis neyworld, tienen pequeñas tiendas en donde se consiguen paños y trajes de baño con el logo de las Termas bueno, baden quiere decir bañar en lenguaje local, y después de subir unas escaleras el pago de 14 euros por persona permite entrar a varias piscinas durante dos horas. Hay camerinos, guardarropas y, después, las albercas calientes con diferentes grados de calor, donde pequeñas cascadas combaten las lluviosas gotas de sudor. Una sala con poderoso aroma de eucaliptos abre la respiración, y una sensación de alivio acompaña a los bañistas. Hay salas de masajes y unas fuentes con aparatos secadores de pelo sirven con bien a las damas visitantes. Salimos y en un rato caerá la noche. En el otoño oscurece a las ocho, y esperamos el autobús de los siete vagones que está por llegar. Nos...

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