Caza de brujas

Desde el año 2005 comenzó una intensa cacería de brujas en la Cancillería venezolana. Cientos de diplomáticos de carrera fueron forzados a retirarse o a jubilarse antes de cumplir sus tiempos reglamentarios. Se recuerdan las primeras medidas del hombre de la media risa amarga, Alí Rodríguez Araque, un desintegrador por excelencia, quien tiene en su haber no sólo su oscuro pasado como guerrillero sino como destructor del servicio exterior de Venezuela y la destitución de los 18.000 trabajadores de Pdvsa. Le premian su ineficiencia frente a la crisis de electricidad del país colocándolo en la secretaria general de Unasur. Un desintegrador tratando de integrar a Suramérica. ¡Que ironía! Luego Nicolás Maduro y su equipo continuaron con sus andanzas fascistas de perseguir a mujeres y hombres que sospechan no comulgan con sus ideas. Este diario informó en días recientes de otra movida de mata de funcionarios de carrera no confiables para el régimen rojito. Les ofrecen dos caminos: se van o se jubilan. El trío Maduro, Porras y Arbeláez (el hombre de confianza de Ramonet), logra su compromiso, destruir al sector profesional de la Cancillería mientras nuevas designaciones a dedo salen a granel. En el fondo, lo que les aterra es saber que tienen a su alrededor mujeres y hombres demócratas, vigilantes silenciosos que más temprano que tarde contarán las fechorías, las piraterías y cómo han abusado del poder. Tanta gente los ha visto con sus carga maletas, choferes y escoltas en la puerta de los aviones. Viáticos en dólares y bolsas de viaje a discreción. Saben que...

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