Ceguera, sordera y disimulo

Vamos a ver, dijo un ciego, pero no le gustó lo que vio: mucho gris y demasiado ro jo: gris de gases lacrimógenos y rojo de sangre inocente derramada a manos de los esbirros de Reverol y los matones de Benavides Torres, transformados en pagapeos y chivos expiatorios por el obsecuente Padrino. Entonces, suplicó al Todopoderoso que lo devolviese al reino de las sombras en el que podía concebir formas ajenas a la geometría del poder narco-chavista y teñirlas con colores y matices de su invención. Algo parecido ocurrió con el sordo que quiso oír y casi muere de susto cuando escuchó los disparates de Maduro y las mentiras de la propaganda oficial: No me he perdido de nada, solo percibo el fragor de batallas desiguales y el plañido lastimero de madres que han perdido a sus hijos, ¡Dios mío, prívame otra vez de la audición! Quiero, en dulce y callada quietud, pensar un país de armonías, no de desconciertos.Hubo ciegos que iluminaron la oscuridad con prodigiosas creaciones. Homero nos legó los poemas épicos más importantes de la literatura clásica la Ilíada y la Odisea, gracias a los cuales supimos del Olimpo, del Hades, de Troya e Ítaca; de Aquiles y Ulises; de dioses, héroes y demonios más humanos que divinos o infernales. Borges alumbró su noche perpetua y el sótano de una desahuciada quinta bonaerense con un Aleph que contenía «todas las lu minarias, todas las lámparas y todos los veneros de luz». Algunos sordos han roto la barrera del silencio. Beethoven lo hizo, ¡y vaya cómo!: ahí está, prueba audible de su genio, la Novena Sinfonía coral con su monu mental Oda a la alegría. Hay, en contraste con quie nes se sobreponen a sus deficiencias visuales o auditivas, los que se niegan a ver y oír para hacerse los pendejos y sus traerse de la realidad. Son los peores ciegos y sordos; al menos eso dice un refrán refrendado, ¡ay, la cacofonía!, por el común. Son los que pasan por alto los abusos de poder y trivializan la insurgencia ciudadana, cual algunos mandatarios del continente que, a estas alturas del inocultable conflicto que nos concierne, aún no admiten que este es producto de la codicia expansionista de los sobrevivientes del naufragio comunista cubano y del entreguismo de un vasallo golpista y retrógrado que les abrió las puertas de El Dorado petrolero, a fin de que siguiesen navegando a contracorriente de la historia. A esa especie de militantes del disimulo, que nunca ven ni oyen lo que no requiere anteojos ni audífonos, pertenecen los que...

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