Una ascesis celebratoria

Escribo estas líneas con devoción. Ello a causa de varios motivos.En primer lugar, de bo decir que Alejandro Sebastiani Verlezza no es solamente uno de los más destacados e imprescindibles integrantes de los talleres literarios que dicto en Caracas cada semana, sino que es también para mí un extraordinario amigo, de veras un hermano. Le ofrezco al lector este testimonio autobiográfico a manera de orientación mental a la hora de juzgar el valor no únicamente estético, también espiritual, de este diario que hoy se publica por primera vez. Al fin y al cabo, un diario es el relato y la meditación que en voz alta lo acompaña de un período significativo de la vida de su autor. Si esa vida tiene algo que comunicarnos, a modo de enseñanza moral, de enriquecimiento intelectual o de interpelación, se deberá a los quilates existenciales con los que esa misma es vivida, asumida, encarada, organizada.Como puedo dar razón de que Alejandro es un hombre muy refinado espiritualmente, y por eso la fraterna amistad con él es un orgullo y una fiesta, también puedo afirmar con propiedad que en este diario no nos ofrece gato por liebre: su manera de vivir, la forma en la que instrumenta su vocación literaria a lo largo y ancho de su cotidiani dad, su comprometido esfuerzo por ser lúcido, atento, intelectualmente perspicaz, elaborado desde el punto de vista psíquico, culto en el sentido ancestral de la palabra: cultivado, y todas estas metas y logros existenciales vividos como acicates para escribir cada vez mejor, para obsequiarnos una literatura densa en el contenido y rigurosa en lo formal, nos llevan de la mano a la conclusión de que su diario, reflejo estético de ese tipo de existencia, nos depara la oportunidad de sabernos enriquecidos por su lectura. Al final de ella quedamos más impregnados de belleza, más llenos de lo que Paz llamaba el olvidado asombro de estar vivos, en una palabra: más sabios.Este diario constituye el es fuerzo de una conciencia por organizarse a sí misma en el transcurrir de los días. Se trata de una conciencia, leve pero connaturalmente escéptica, luchando, como Jacob con el Ángel, con el sin-sentido que la acecha de manera casi permanente y que a menudo amenaza con desestabilizarla. Si esa conciencia jamás sucumbe en esa lucha es precisamente por emplear armas tan eficaces como el diario mismo.Este obliga a una constante atención sobre la...

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