Celia y Héctor, la fiesta eterna

De los cachitos que me he comido y me han caído mal hay varios. Recuerdo el de la mañana del 30 de junio de 1993, ese día escuchaba por la radio de la panadería sobre la muerte de Héctor Lavoe, ocurrida el día antes. No hubo vida salsera más trágica, fue un encuentro continuo con la desgracia. También su creatividad sonera fue inconfundible e inmensa, era la voz de la calle. Celia Cruz, quien partió un 16 de julio de 2003, tuvo una vida más mesurada, sin mayores contratiempos personales, permaneció constante por décadas como reina campante y absoluta de la rumba.Cómo no idolatrarlos, consentirlos, son un primoroso cantar. Podemos ser mezquinos y quedarnos en la adoración local, reconocer el anecdotario, la fiesta nostálgica; son nombres sonoros que rodean el arte del Caribe, también se escucharon en el Norte y un poco más hacia el Sur, al final todo queda en Nuestra co sa latina . Celia trascendió más la esquina antillana, arropó de melaza otros continentes. Héctor es más de por aquí, habrá que leer de nuevo el manifiesto malandro que le escribió su part ner Willie, para reconocer lo que fue. Lavoe es menos universal, como lo fue en su ocasión Daniel Santos o Pedro Infante, no sé si porque murió muy rápido o porque no existían redes sociales para encumbrarlo aún más; pertenece a este vecindario, su fama es del paladar antillano, son cosas de nosotros, lo digo sin chauvinismo.Celia es reina todopoderosa, no hay voz de mujer que se le acerque en la cosa salsera, fue más viajada, más de la diplomacia farandulera, con una carrera apoteósica a cuestas, muy larga.Tocó el cielo cuando estuvo con la Sonora Matancera, con la que cantó y se gozó todos los salones de baile de los años cincuenta, y cuando llegó la revolución se alebrestó, no quiso...

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