Cementerio de equipos impiden diagnósticos en el HUC

Un paciente que vive con VIH y con discapacidad visual reposa desde hace 15 días en la sala de hospitalización masculina del Hospital Universitario de Caracas. No deja de toser y no sabe con certeza si su diagnóstico es tuberculosis. Sigue a la espera y no sabe hasta cuándo.

El diagnóstico de este paciente depende de una tomografía, pero el aparato está dañado desde el año pasado y no tiene fecha de arreglo. “No tengo dinero para hacerlo por fuera. Estoy desempleado”, dice el hombre. Por ahora solo puede comprar el suero que lo mantiene hidratado, a un costo de 1.500 bolívares cada uno.

Los médicos presumen que tiene tuberculosis porque la prueba cutánea dio positiva (PPD), pero sin el examen de imagenología desconocen si hay afectación del pulmón. Tampoco han podido realizar una punción lumbar por la falta de una aguija medular para realizar un cultivo que descartaría la presencia de la bacteria en el cerebro y en la médula espinal. Sigue sin tratamiento oportuno, mientras su salud se va minando.

Su esposa, también ciega, lo acompaña a su lado con medio cuerpo recostado de la cama por la falta de un lugar para que el acompañante descanse.

No es nuevo que no hay equipos para hacerse tomografías ni mamografías en el HUC, pero ahora los rayos X tampoco funcionan desde la semana pasada. Los pacientes deben costear todo en la medicina privada o solo esperar.

En la misma sala se encuentra Pedro Merchán, de 52 años. Ingresó el 14 de enero y el 20 de abril fue cuando pudo operarse de un tumor en la columna. “Me pidieron sueros, kit de bioseguridad, catéter para tomar la vía central. Gasté casi 100.000 bolívares en todo lo que solicitaron. Luego se retrasó la cirugía porque el Intensificador de Imagen se dañó; después no había adrenalina, luego era la falta de cloro para desinfectar el quirófano. Todo lo llevé y después solo atendían heridos de bala. Le escribí al subdirector del hospital y le pregunté que si tenía que decirle a un pran que me diera un tiro para poder ingresar al quirófano”, dijo Merchán.

Ahora reposa en una cama porque tampoco hay un corsé terapéutico para comenzar su rehabilitación, que le cuesta 70.000 bolívares al cambio en dólares si lo trae del exterior, pero no hay dinero ni cómo traerlo.

En el mismo pasillo está Judith Castañeda con su hija, de 21 años de edad, diagnosticada con leucemia. No son de Caracas, sino de Maracaibo, estado Zulia. Vinieron a una segunda opinión y no han podido devolverse. La joven solo...

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