Cero en conducta

Acusado de hipster y falso profeta de la posmodernidad retro, Wes Anderson cultiva un cine estimado por el circuito de festivales pero poco apreciado por los defensores de las premisas clásicas. En las recientes nominaciones del Oscar, sólo lo tomaron en cuenta por el guión de Moonrise Kingdom, una de sus obras maestras junto con Royal Te nenbaums y Fantastic Mis ter Fox. La ortodoxa Acade mia de Hollywood prefiere seguirlo ninguneando como a Tim Burton, otro poeta de la melancolía after pop y del existencialismo freak, injustamente ignorado por las entregas de premios. Tarde o temprano, ellos serán reconocidos por la personalidad intransferible de su filmografía, no exenta de baches y discusiones. A la crítica le gusta equipararlos con los integrantes de una cierta tendencia independiente acoplada al sistema de estrellas. Dicha corriente la encabezan directores como Noah Baumbach, Sofía Coppola, Spike Jonze y Benh Zeitlin. Todos son herederos legítimos de los toros salvajes y los moteros tranquilos de los setenta. Cada uno busca desarrollar un estilo propio bajo las mismas influencias del pretérito y el presente, desde el neorrealismo social, pasando por las vanguardias europeas hasta terminar con la reivindicación conceptual de géneros supuestamente menores como el videoclip, la caricatura underground y el reino artificial de la cultura de masas. El colectivo quiere elevar a la categoría de arte una se rie de materiales y referentes considerados innobles por la vieja escuela. La gran diferencia con sus predecesores puede radicar en la progresiva atomización política de sus piezas, al extremo de lucir como trabajos inofensivos. Todavía los hijos no logran superar a sus progenitores. Saque usted las...

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