Chavismo o muerte y III

En la primera parte de esta serie señalaba que la ausencia indefinida de Hugo Chávez, en lugar de moderar el ánimo de sus partidarios, parecía haberlo radicalizado. En la segunda parte escribí sobre lo que yo considero la obsesión bipartidista que ha cegado estos años el juicio de la dirigencia política de oposición, empeñada en responder al chavismo o muerte de este régimen que ahora es de transición quién sabe hacia dónde, con un irracional llamado permanente al diálogo democrático al estilo cuartorrepublicano. Quisiera hoy pasearme por las posibles consecuencias de este desencuentro esencial entre quienes ejercen el poder como les da la gana y quienes todavía manipulan, desesperadamente, aquella estrategia de las rendijas y los espacios aunque sean mínimos. Y aunque sólo sirvan para seguir haciendo política. Deformación oportunista de lo que alguna vez fue otra cosa muy distinta. Este prudente quehacer opo sicionista de suponer que todavía vivimos en medio de la más tradicional normalidad política pasa por alto que el Caracazo, el frustrado golpe del 4 de febrero, la defenestración de Carlos Andrés Pérez y la victoria electoral de Chávez en diciembre de 1998 son los cuatro jinetes del Apocalipsis que sentenciaron a muerte el bipartidismo adeco-copeyano y la vieja estructura democrática del Estado y la sociedad venezola na. Precisamente, ese era el proyecto revolucionario de Chávez desde sus remotos orígenes políticos. Eliminar de la faz nacional la forma civilizada de entenderse y compartir un poder político que a fin de cuentas le pertenecía a la clase dominante de entonces. Un objetivo, tal como se ha desarrollado el proceso político venezolano, que le hace pensar a uno que, en efecto, Chávez se ha salido con la suya. En la actualidad, otra clase social, la que se ha convertido en mayoría por culpa del empobrecimiento progresivo de la población, es la que nos impone sus valores y su visión del mundo. Pensar que aun cuando las instituciones y las herramientas políticas del puntofijismo hayan desaparecido, por ahí quedan restos recuperables de lo que alguna vez fue relación de convivencia política entre los partidos del sistema, es una ridícula reducción al absurdo. Jamás de los jamases la oposición, pongamos por caso la MUD, podrá sentarse de igual a igual en una misma mesa con el chavismo, o sea, con el PSUV. La guerra es peleando y, como...

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