Desde chiquito fui caraquista

Gregorio Machado sale cada tarde a la práctica de los Navegantes Magallanes con un fungo en la mano y una sonrisa en el rostro.Quizás no sea el mismo bate que usaba en los años 90, cuando ayudó a construir una dinastía y daba roletazos a sus peloteros, orgulloso de ver a aquella generación que aún hoy le emociona; la de Melvin Mora, Edgardo Alfonzo, Richard Hidalgo, Eddy Díaz.La sonrisa sí es la misma.Machado es tan amable como magallanero. Siempre tiene un momento para conversar con quien le requiere o para firmar autógrafos al pie de las tribunas.Desde esta temporada, también tiene un lugar en el Sa lón de la Fama de la nave.-¿Hay algún equipo del Magallanes, en particular, que recuerde especialmente por su forma de jugar? -El de los 90. Allí había jugadores en el banco que podían ser regulares en otros equipos.El del año pasado también fue muy bueno. Pienso que este es superior, muy aguerrido; no tenemos a Elvis Andrus, pero sí a Alberto Callaspo. Pe ro pese a que este de las últimas dos temporadas ha estado muy bien estructurado, el grupo de los 90 es indescriptible. Magallanes de entonces se parecía a la Guerrilla de La Guaira: jamás se entregaba.-Y de su tiempo como lanzador, ¿cuál rescata? -En los años 60 y 70 jugaban muy pocos criollos. Tres o cuatro estaban en play. Había 18 o 19 importados. Aparte de Dámaso Blanco, Gustavo Gil y Alexis Ramírez, todos eran importados.-¿Quién, en esa época, era el bateador más difícil de enfrentar? -Oswaldo Blanco. También José Herrera. A Herrera sólo podías ponerlo out haciéndole pitcheos buenos, porque era muy buen bateador de envíos malos. Y Ángel Bravo. Hay que lograr que a los grandes se les reconozca sus trayectorias.Muchos de los peloteros de hoy ni siquiera los han oído nombrar.-¿Cuándo dejó de echar de menos su carrera de lanzador? -Nunca. Uno lanza en las prácticas y revive esas experiencias. En una semifinal, contra Aragua, lancé 10 innings en Maracay un viernes y el domingo siguiente me utilizaron en una entrada. Fueron 11 en menos de 72 horas. Le cuento a los muchachos y no me creen. Hoy...

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