Chucho

Por la calle de mi casa en La Asunción isla de Margarita pasa cada mañana un pequeño camión cuyo conductor vocifera en letanía monótona, ayudado por un viejo megáfono, la oferta de pescado fresco que tiene. Salen las señoras a las puertas y él se va parando donde le requieren. Abre una pequeña cava en la parte trasera, pesa y vende en un ciclo que le garantiza a mis vecinos el mejor y más fresco pescado que uno pueda imaginar. Y así, cada mañana, se oye alejarse calle abajo esa voz que dice: ¡Lleve la lamparosa, el achote, el tajal. Lleve la sardina fresca y el jurel. Aproveche que llego el chucho!.Al chucho la raya, cuyo nombre científico es Aetoba tus narinari lo conocí en esa isla que he adoptado como hogar. Y a ese chucho aprendí a amarlo como los margariteños. Aprendí con ellos sobre el famoso cuajao oriental de chucho y huevo. De cómo ese cuajao parió uno de los platos más importantes de la tradición popular margariteña, como es el pastel de chucho. Con el tiempo supe hasta entender las sutilezas que hacen que una salazón sea considerada bien hecha, a la hora de hacer pisillo. Y tengo el orgullo de haberme hecho amigo, gracias al chucho, de Rubén Santiago, garante como pocos del saber gastronómico popular. De hecho, no son pocas las veces que he hablado de ese pastel en mi programa de TV, porque sé que uno de nuestros mejores pasaportes es nuestra cultura gastronómica, y el pastel de chucho es parte de ese inmenso patrimonio.Recientemente ayudé a promover un festival alrededor de este plato bandera. Lo hice con el fin de sumarme a esa búsqueda incansable que muchos tienen para lograr que éste y otros platos posean carácter patrimonial formal. Mi sorpresa fue la reacción adversa inmediata que comenzó a llegarme desde colectivos ambientalistas. Confieso que al principio no entendía nada. Inevitablemente, preguntas y preguntas saltaban: ¿Si es absolutamente legal su expendio, por qué la molestia? ¿Debo decirle delincuentes al pescador que pasa cada mañana por casa, al pescador popular, a la empanadera de la calle, al chef Rubén, a mí mismo? ¿Si es un plato de consumo ocasional, que casi nunca se ve en restaurantes, hoteles o supermercados; que se come en una pequeña zona del país, en donde obviamente el consumo de kilos de chucho es ínfimo comparado con otros peces, cómo es posible que se esté acabando? Si es verdad que se está extinguiendo, ¿cómo hacen los golosos franceses que tanto comen y aprecian unas alas de raya con mantequilla...

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