Cielo de bienaventuranzas

El viejo trapo del des-espero es agitado una y mil veces en nuestras caras, lo mueven de un lado al otro con sádica pericia, buscan derribar los aparentemente escasos rasgos de dignidad que sobreviven en nuestra tierra. Han sabido disfrazar ante el mundo su sevicia revistiéndola de irreverencia. Sobran quienes reconocen su fascinación por un Chávez que enfrentó a los gringos y los puso en su lugar. Poco les importa lo que los hechos muestran, no tiene importancia su manifiesta incapacidad para realizar el delicado ejercicio del poder al servicio de la colectividad que les otorgó tal investidura.La clemencia para con el comandante eterno ha sido extensiva a sus herederos.Nada significan las muertes a mansalva ni los niños mori bundos de hambre, o los enfermos desahuciados por la falta de un mísero antibiótico. Todo está permitido para quienes dijeron a los dueños del imperio las cosas en su cara. La venta de petróleo y las compras de los derivados petroleros a los gorilas del norte no son puntos a considerar. La admiración condona cualquier barbaridad pese a sus costos en vidas, después de todo ya Fidel dejó una larga secuela de atrope llos exonerados en aras de la autodeterminación.A pesar de los pesares, Vene zuela no ceja, y mientras sus dirigencias, las de ambas aceras, se empeñan en repartirse los mendrugos de la que fuera la suntuosa mesa de Latinoamérica, son canes rabiosos que no dejan de lanzarse feroces dentelladas en su disputa por...

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