Cinco minutos

Tengo para mí que Bertrand Russell era tanto o más jodedor que filósofo. Susten to esta falta de respeto en un alegato suyo según el cual no hay ninguna imposibilidad lógica en la idea de que el mundo haya aparecido hace cinco minutos, exactamente como está y con una población que `recuerde’ un pasado completamente irreal. Pues bien, con base en esa hipótesis podríamos imaginar que el chavismo y su cola madurista son males pasajeros o fugaces alucinaciones; pero, infortunadamente, la tierra de cinco minutos del sabio británico no pasa de ser un admirable argumento escéptico y la realidad es que tenemos 17 años aguantando los abusos de una satrapía militar que ha destruido las instituciones, pervertido las leyes y confiscado el espacio y el tiempo ciudadanos con un claro objetivo: gobernar per sæcula sæculorum.No sé cuántas veces escu ché a un director de Mercadeo o a un gerente de Marca -Chief Marketing Oi cer y Brand Manager deben haber rezado sus fatuas tarjetas de presentación-repetir, con pretensioso registro magis tral y el swing con son qué sabrosón cubano o un cadencioso voseo rioplatense, que las investigaciones sobre el comportamiento y preferencias del consumidor se enseriaron cuando los dueños de las empresas se dieron cuenta de que sus prejuicios, el parecer de sus esposas y los dictámenes de amigotes y parientes no eran soportes suficientes para planificar la comercialización de sus productos.Tal vez esta historia no sea más que una leyenda forjada por alguna agencia de Madison Avenue como anzuelo de sobremesa para sus busi ness lunchs; quizá la inventó Mr. George Gallup para promover el American Institute of Public Opinion donde desarrolló la otrora famosa encuesta fundamentada en muestreos aleatorios. A pesar de sus dudosos orígenes, el cuento, como toda buena fábula, tiene propósito ejemplarizante -¿moraleja?-y pretende enseñarnos que, para tomar decisiones, lo que queremos oír nunca coincide con la percepción de las mayorías.El que figura al mando en es te país que ya semeja un campamento de refugiados, pero carece de autoridad --dime de qué presumes y te diré de qué careces--, no se conforma con los hallazgos de esos modernos oráculos que ampliaron su radio de acción hacia la política y hacen de la ideología mercancía transable y del electorado simple destinatario de melódicos, coloridos y dogmáticos mensajes publicitarios. Tampoco gustan los sondeos a quienes cortan el bacalao. Tanta resistencia al escrutinio público...

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