El cine: una medida más fiel de Irán

He aquí una paradoja: un gobierno convierte a su país en paria internacional, acusado de preparar una bomba atómica clandestina, de querer borrar del mapa a Israel o de desterrar a una mujer (la actriz Golshifteh Farahani) por posar semidesnuda en Francia, precisamente como protesta contra la represión. Pero ese país produjo no sólo la gran favorita para ganar el Oscar de Mejor Película en Lengua Extranjera, sino una cinematografía general que, cuantitativamente y desde hace varias décadas, es de las más exquisitas y sensibles de todo el planeta. La explicación es que una nación y sus gobernantes circunstanciales nunca deberían ser tomados como sinónimos. El cine de Irán ha reflejado, de manera obligatoriamente sutil, la tragedia de una clase profesional atrapada entre dos autoritarismos de distinto corte ideológico, primero la monarquía del sha y, desde 1979, la revolución islámica de los ayatolás. Directores tan aclamados en festivales internacionales como Abbas Kiarostami, Amir Naderi, Jafar Panahi (hoy encarcelado por el régimen de Ahmadineyad) o Saeed Ebrahimifar se nutren de la riqueza visual del arte persa, anterior a la llegada de la concepción chiíta del islam.

A esta...

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