Las ciudades aladas de Colette Delozanne

Desde la ventana de su casa veía salir a los obreros de bragas azules que se movían al ritmo del pito que regulaba su horario en las fábricas. El humo negro brotaba de las chimeneas de día y de noche.La causa de su enfermedad respiratoria. La vista colindaba con los maravillosos techos de la Abadía de Saint Denis, donde están enterrados los reyes de Francia. Una paradoja que agitó su imaginación.De esa época, Colette Delo zanne también recuerda el espantoso sonido de la guerra.La lluvia de bombas, el hambre, la muerte. Mis esculturas siempre han tenido textura, rigurosidad. Me recuerdan a las grutas donde debíamos refugiarnos de los bombardeos.Me llevan hasta ese momento. Reminiscencias de pasadas angustias y la necesidad de espacios seguros.Sin embargo, lejos de expre sar tristeza, las obras de la artista francesa son testigos luminosos, seres esenciales que surgieron de su fascinación por la naturaleza tropical.Llegó a las costas venezola nas hace sesenta años, enamorada de un estudiante de Medicina que la hizo aventurarse aguas adentro hasta una tierra más cálida.Delozanne siempre tuvo fa cilidad para los idiomas. Hablaba francés, alemán, inglés, español y algo de árabe. Casada con el psiquiatra Eloy Silvio Pomenta, se desempeñó como traductora, profesora de idiomas y secretaria ejecutiva.Trabajé con políticos, banqueros, gente importante de la época. Hasta que me cansé de los tratos injustos de los burócratas y renuncié. Mi marido me dijo que no tenía que trabajar más, que me dedicara a lo que yo quisiera. Así llegó la escultura.En la misma época en que los grandes maestros del cinetismo venezolano necesitaron de Francia para encontrar su lenguaje, el proceso de esta parisina fue a la inversa. El sol, la naturaleza, los colores orgánicos del Caribe alimentaron sus inquietudes creativas que encaminó hacia las artes del fuego.Nunca me gustó el torno.Esas estructuras lisas, suaves.Lo que yo quería era textura.A finales de los sesenta, mi esposo y yo éramos muy amigos de la gente escandalosa de la República del Este. Fue Cau policán Ovalles, el que escribió ¿Duerme usted, señor presidente? , el que me regaló mi primer horno. Lo recuerdo claro porque el día que me lo entregó fue el terremoto de Caracas, el 29 de julio de 1967. Estábamos en una galería y salimos corriendo para la casa. Desde ese día comencé a trabajar.Vocación pública. Entrar al jardín de la casa de Colette Delozanne es una demostración de que su obra está amalgamada con la...

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