Cuando el clímax llega en cámara lenta

Tras una batalla silenciosa en la cama, Jorge libera por fin toda su carga en un acto de eyaculación que prolonga el orgasmo por más de un minuto. Los gemidos de Laura, que hasta entonces no cesan, terminan de unirse a los gritos del marido y abren la rendija para un instante místico en el que se miran y sonríen. Han recobrado los sentidos después de un largo viaje que los dejó aturdidos.

La imagen anterior no pertenece a un manual de tantra, que promete al lector hallar bajo las sábanas el paraíso perdido, sino a la experiencia de Jorge y Laura, tres años de casados y cultores de una técnica sexual que, luego de disfrutarla, dicen que los hace despertar con el sol deliciosamente risueño aunque afuera caiga un tremendo aguacero.

Laura, de 29 años de edad, licenciada en Letras y sobreviviente como redactora crea tiva en una agencia de publicidad, relata con intensidad en su blog Un atisbo del infinito los episodios de la intimidad con su esposo basada en lo que se denomina sexo tántrico. No pretendo dar lecciones, simplemente plasmo lo que sentimos cuando hacemos el amor y descubrimos que hay placer después del coito, sostiene con sonrisa clemente la merideña que hizo que el marido, un desconfiado comerciante libanés, sucumbiera a la propuesta que trocó sus aburridas vidas de pareja.

El sexo tántrico es discipli na de meditación basada en la búsqueda del placer, y sirve a quienes lo realizan para deshacerse de pequeñas trabas mentales que impiden el pleno disfrute, alcanzando un grado de conciencia y estímulo sensorial que no se obtiene por vía ordinaria, explica con tono de quien pretende brindar una revelación, Gorka Biziola, psicólogo y gurú de yoga, en cuyas sesiones en la academia de Bello...

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