Cobardes abstenerse

Se parece a la desesperación, pero no lo es. En absoluto. Tiene un fuerte aire de familia con la im potencia, porque hasta ahora esa forma de protesta era exclusiva de los presos comunes de Venezuela, criaturas arrojadas a las fauces de un Estado vengativo que los despoja de sus derechos, su dignidad y su esperanza. Los reclusos se cosen los labios como recurso extremo para poner en la cara de las autoridades su solicitud de traslado a penales en sus lugares de origen o para denunciar los retardos procesales. Hace un par de semanas, cerca de treinta reos de la cárcel de Sabaneta subieron al techo del recinto penitenciario para hacer visible su manifestación. Unos tenían la boca zurcida con sanguinolenta puntada. Y otros sostenían pedazos de tela con consignas garrapateadas. En uno decía: ¿Dónde están nuestros derechos?. Los estudiantes que han pasa do de la huelga de hambre a coserse los labios no se hacen esa pregunta. Han demostrado tener conciencia de que sus derechos están en sus manos, en su capacidad de exigirlos, de defenderlos, de hacerlos valer a costa de su propio sacrificio si fuera el caso. Y es el caso. Se enfrentan a una dictadura del siglo XXI, autocrática como todas, pero sujeta a los picotazos de la tecnología comunicacional de la que ya nadie puede zafarse. Los presos bregan por sus de rechos. Los estudiantes se autoinfligen un daño para que cobre nitidez la confiscación de los derechos de todos. Saben muy bien lo que hacen. Anunciaron que se clavarían agujas en la cara si el Gobierno no daba respuesta al documento entregado al Ministerio de Educación Superior; y lo hicieron. Con el daño que voluntariamente se hacen están devolviéndole a las promesas su valor. Al compromiso, su sagrada entidad. Y eso, por contraste, es gaznatón asestado en plena cara del régimen demagogo y traidor de las expectativas que creó. Los estudiantes son políticos, sabían perfecta mente que el régimen sucumbiría a su soberbia. Ningún iluso se planta en una calle a privarse de alimentos por una causa. El iluso manda una carta, se guinda en un teléfono a llamar al número de Aló, Presidente. Pasar hambre en el sereno con los motociclistas de Chávez rondando, según su coreografía de matones, es cuestión de valientes. Y en este momento venezolano no hay...

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