Colapso económico

Tal como anticipamos en estas páginas, el alza de los precios durante diciembre pasado echó por tierra todos los pronósticos optimistas de los voceros oficiales. En efecto, en el último mes de 2012 la inflación fue de 3,5%, más del doble de cualquiera de la registrada en los diez primeros meses del año. Le faltó poco, en verdad, para duplicar la correspondiente a diciembre del viejísimo 2001 (1,8%).

Este comportamiento desmiente los augurios oficiales de una recuperación sostenida y, de paso, se refleja en las cifras anuales de alza de precios, las cuales terminaron, según el Banco Central de Venezuela, en 20,1%.

Los datos confirmaron lo que la población ya había palpado en su diario trajinar: la inflación se mantiene viva y amenaza con infligir daños aun más profundos en la capacidad de compra y de supervivencia de los venezolanos.

También se hace cada vez más patente para los consumidores la falta de abastecimiento de productos básicos, particularmente en los alimentos que integran el grueso del presupuesto de las familias más necesitadas.

Ambos fenómenos están relacionados. Si un producto no se consigue, inevitablemente cuando aparezca aumentará su precio, a pesar de todos los controles legales y policiales que puedan concebirse.

Y si se pretende abastecer el mercado con importaciones subsidiadas, como se ha hecho hasta ahora, se dañará la producción nacional, lo que a su vez estimulará un aumento de precios o provocará escasez cuando se agote la capacidad de importar. Eso parece estar sucediendo actualmente, como muestra la incapacidad de nuestros puertos para movilizar la carga que les llega.

La inflación y la escasez no sólo están...

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