Colette Delozanne ve el universo como un tejido encantado

Colette Delozanne ha dedicado varias décadas a la creación de ciudades sagradas en gres. Sus torres, templos y recintos se elevan a partir de redes, tramas y performaciones, y lucen imponentes en el pasillo de entrada de la Galería de Arte Nacional. Allí, la artista de origen francés exhibe por primera vez sus esculturas de gran formato. Las nueve obras son consi deradas fundamentales en la trayectoria de la escultora, nacida en 1931. El montaje no es cronológico, pero refleja distintas etapas del discurso plástico de Delozanne. Se exhiben piezas de los años ochenta y noventa y de la década pasada. El conjunto se lee como una gran ciudad, un poco a la manera de las fachadas de Hundertwasser. Las formas que crea la artista son sobre todo son orgánicas. En los años setenta yo hacía ciudades sagradas, de verdad pensaba eso. Ahora estamos acá y veo que el paisaje son esos edificios tan horribles. Estamos en el trópico y hacen esos edificios cerrados y sin vegetación. Es de locos, dice. El trabajo de Delozanne se basa en símbolos. En sus esculturas, realizadas a partir de ensamblajes, todo se compenetra. Hay signos que cuelgan, así como elementos totémicos y vestigios de las culturas precolombinas que ha conocido. Son formas simbólicas. Me interesa lo que sucedió en las civilizaciones mesoamericanas, porque se le dio importancia a lo espiritual. En mi trabajo también reflejo esa dimensión tomada, por ejemplo, de las catedrales francesas y europeas en general. La espiritualidad está presente en mi obra y pienso que eso puede ayudar a la gente a reaccionar...

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