Adiós comandante

Si este experimento que hemos sufrido desde 1999 fuese una novela, el título sería unánime: Lo que el viento se llevó. El tema de esa obra ha sido y será siempre atractivo para el género humano: la tragedia que vive una persona o grupo ante el derrumbe del mundo en el que se ha vivido y creído. Comoquiera que estamos en Venezuela, donde todo tiene siempre su piquete surrealista, habría que añadir que ese mundo que en el presente se desbarata en realidad nunca existió. Con cada día que transcurre es más claro que la revolución de Chávez fue un acto de ilusionismo masivo, como los que hace David Copperfield.La muerte de Chávez tiene, por supuesto, que ver con esa sensación de desmadre que reina en el bando chavista, pero nada ni nadie habría impedido la debacle aunque puede uno transarse en que su omnipresencia prolongó la duración de una revolución que nunca fue. De hecho, el primer signo del final que se avecina ha sido lo efímero del recuerdo del líder. Hace apenas tres meses que falleció Chávez y parece que fue hace años, se esfumó, se ha convertido en una ausencia vieja. Ni siquiera el título de Comandante Eterno que le adjudicara Maduro ha sido fuente de sostén de su figura, o ha servido para mantener vivo su otrora vigoroso liderazgo. El resultado de las elecciones del 14 de abril es buena prueba de ello.¿Por qué ocurrió eso? La res puesta es compleja y amerita una investigación seria, pero caben algunas especulaciones en este marco. Se podría comenzar hurgando en la naturaleza del liderazgo de Chávez. Cierto es que, como dice uno de los encuestadores asalariados del chavismo, había una conexión emocional entre Chávez y su masa de seguidores. Pero eso explica sólo una parte de su liderazgo, me atrevería a asegurar que, a estas alturas, la menor.La mayor parte de su hegemo nía estaba sustentada en la expectativa que tenían sus seguidores de recibir dádivas que el líder entregaba incluso personalmente. Nada menos que el viejo y tradicional clientelismo populista que tanto criticaron los ultras a AD y Copei. El vínculo con Chávez devino en un fenómeno equiparable a la fe que sustenta quien compra un Kino: finalizado el sorteo o, peor aún, cuando hay la intuición de que ya no habrá más, bota el boleto.La gente, incluso los chavis tas más radicales, se comporta de manera racional, diría un politólogo, y, al desaparecer la expectativa clientelar, desaparece obviamente el vínculo con el líder. Desaparecido el líder y visto el muy deficiente...

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