Las comidas de negocio

En los tiempos modernos ¿hace alguna gente el ridículo en las comidas de negocios? Sí, mucho, responden en las academias de modales. Hay cosas que no se aprenden en el instituto, en casa ni en la universidad. Y eso hoy se nota. En Europa y en Estados Unidos, las clases de protocolo están reservadas a pocos que cuidan su imagen. En Japón, y ahora en China, la universidad refuerza lo que se aprendió en la familia y en el instituto. Al mismo tiempo, la televisión se encarga de que se desaprenda rápido. I Si alguna de esas academias manda un explorador, no dejaría de sorprenderse. Se hace aquí todo lo que allí dicen que no se debe. Sobre lo que no se debe habla Ann Van Wijck y uno toma nota: Escoger mal el sitio; en el menú, olvidarse de la presencia del otro; pedir los vinos por la columna derecha la de los precios; pagar en efectivo y en forma ostensible; ir directo al grano entre el segundo whisky y la entrada porque es demasiado lejos esperar hasta los postres, y sentar en la mesa, al lado del tenedor o la cuchara, dos celulares en constante uso. La señora Van Wijck estaba con tenta y, a la vez, de sofoque. La habían enviado desde la revista de negocios en Londres a hacer un reportaje. No aquí, sino en Chicago y California para retra tar comportamientos ridículos del mundo de los negocios en la mesa. Se le ocurrió pasar primero por Caracas. A saludar a una amiga. Ésta recurrió a su círculo de íntimos para pasear a la visitante por escenarios...

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