Concierto barroco

En su libro Cuba y su música, Ned Sublet te, historiador estadounidense de la música afrocubana, escribe: «El repertorio de los tambores batá compone una de las grandes músicas clásicas del mundo, tan digna de estudio como las de Palestrina o Bach».La frase, todo un filón, me re cuerda una anécdota: Hace años trabajé como con tratista para una institución financiera multilateral. Uno de los créditos emblemáticos de la institución iba dirigido a Bolivia, donde una extensión de El Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela entrenaba a un grupo de niños indígenas en el arte de tocar música de Telemann o Vivaldi. Me vino a la mente aquella vieja película de Roland Jof é, La Mi sión, en la que los sacerdotes jesuitas de Paraguay y Brasil enseñaban a los guaraníes a construir violines y a cantar oratorios. «¿Qué habría sido de estos niños si la música barroca europea no hubiera venido en su rescate?», debí preguntarme en su momento.Lo anterior sirve para pre sentar El Sistema como una empresa que opera en este «polo excéntrico de Occidente» que, según Enrique Krauze, es América Latina. ¿No se maravillan alemanes, ingleses o suizos ante las orquestas adolescentes venezolanas por el hecho de que los ejecutantes se achispan sin confl icto entre Beethoven y Simón Díaz, entre Arsenio Rodríguez y Stravinsky? En suma, José Anto nio Abreu ha tenido éxito en su campaña de remachar el valor de la música sinfónica como vía de acceso a la ciudadanía y a la sensibilidad universal.En un país de esfuerzos intermitentes y de rapiña constante, que alguien tenga cuarenta años cosechando logros sobre la blandura de nuestra «occidentalidad» es sin duda un fenómeno de persistencia digno de encomio... y de sospecha.En Inglaterra, Geoffrey Baker, profesor en la Royal Holloway University, ha publicado un libro El Sistema: Or chestrating Venezuela’s Youth en el que, a través del análisis de la biografía de José Antonio Abreu y de entrevistas conducidas en Venezuela durante un año con beneficiarios del programa, Abreu sobresale como un individuo ávido de poder, inspirado por sus propios valores religiosos y que conduce su proyecto con criterios económicos discrecionales. Para Baker, El Sistema sería un organismo...

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