Las condiciones de este Mundial lo hacen diferente a los demás

Brasil vive el fútbol de una manera muy especial, tal vez como en pocos lugares en este mundo. La interminable vereda de Copacabana se llena día a día de gente que practica con un balón peripecias sobre la densa arena de la famosa pla ya, uno de los íconos principales de Río de Janeiro.Pero desde hace un año, el Cristo del Corcovado es testigo del enojo de un brasileño cansado, que no entiende cómo se gastan millones de dólares en organizar el Mundial en una nación llena de problemas.Un Mundial en un país mi serable, financiado con dinero público, es un problema moral, se leía en una pancarta precisamente en el famoso balneario carioca, colgada por Río Da Paz, una de las organizaciones no gubernamentales más activas en contra de la realización del ecuménico.De hecho, los grupos de ma nifestantes están constituidos en su mayoría por jóvenes de entre 20 y 35 años de edad.De acuerdo con informaciones de la prensa brasileña lo que mueve a estos grupos es el descontento con la forma de proceder del gobierno brasileño en relación con la distribución de los gastos sociales. Para ellos, el dinero invertido en la remodelación de los estadios y aeropuertos, por ejemplo, debió servir para construir más hospitales o mejores servicios en las ciudades sede del torneo.Y puede que no estén tan ale jados de lo cierto. De acuerdo con cifras de la Cepal, en 2012 Brasil mostraba 18,4% de pobreza extrema y 5,4% de indigencia, lo que denota que si bien la gestión de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rouseff ayudó a bajar los índices de miseria del país amazónico...

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