Confidencias no imaginarias de Ramón J. Velásquez II

El doctor Escalante le pidió al joven reportero que fuera su secretario, porque en política no hay nada mejor que alguien con imaginación y cultura para aliviar los desafíos. Tenía otra virtud a los ojos del candidato: también era tachirense. Cuando todo iba a velas desplegadas, el viento de la adversidad comenzó a soplar en contra. Escalante perdió el juicio, y con él lo perdió todo el mundo, comenzando por el Presidente de la República y sus consejeros más ilustrados. No cabe duda de que episodios de tanta significación, referidos en esta entrevista con los historiadores Banko y González Escorihuela, adquieren un relieve fidedigno. Una conversación similar a la que el protagonista tuvo con Francisco Suniaga, tal como aparece en El pasajero de Truman, salva das las distancias de ficción y realidad.

A través de estos diálogos podemos aproximarnos a la crisis de 1945, al debate presidencial, a las reformas que no fueron, al fracaso de Escalante, a la candidatura del doctor Ángel Biaggini que abona el desconcierto y, finalmente, al desenlace del 18 de Octubre.

Estas memorias habladas adquieren tensión a medida que uno se interna en ellas y recorre la historia de la mano del interlocutor. Muy cercano a la política y la cultura colombiana, Ramón J. Velás quez tuvo ocasión de viajar a Bogotá como miembro de la delegación de Venezuela a la IX Conferencia Interamericana, quizás la más fecunda de todas las llevadas a cabo por el sistema regional. El jefe de la delegación de Estados Unidos era el secretario de Estado George Marshall y, por Venezuela, el ex presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Rómulo Betancourt. Ambos confrontaron dos visiones. Entonces fue creada la Organización de Estados Americanos en medio de las llamas que provocó el asesinato del doctor Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril.

Ninguna historia suplan ta la vivacidad del testimonio, el cielo rojo de la ciudad, el magnetismo del hombre muerto: Gaitán era un fenómeno, un asombro, aquella oratoria conmovía, envolvía a la multitud. Unos días antes había hecho la llamada `marcha del silencio? con antorchas. Lo hizo para unir al Partido Liberal que estaba dividido.

En esos momentos la violencia había estallado en todo el país, los conservadores, que estaban en el poder, mataban en las noches a los jefes liberales de los pueblos. El tiempo no ha opacado la memoria del espectador, y llamaradas del funesto abril no han cesado de arder en Colombia, a lo largo de medio siglo.

La...

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