Consalvi

Amediados de febrero fui una tarde a la casa de Simón Alberto Consalvi. Me contó que es taba releyendo la biografía de Bolívar de Salvador de Madariaga. Le comenté que tenía el libro en mi biblioteca pero no lo había leído porque entendía que se trataba de un ataque injusto al Libertador. Narré una anécdota de mi madre, quien sí lo había leído.Ella era una admiradora ferviente de Simón Bolívar. Un día había conocido a un hermano del autor de la biografía y le había hecho un comentario sarcástico sobre la obra. Recibió la siguiente respuesta: Señora, yo soy hermano de Salvador de Madariaga, pero no soy tío de su Bolívar. Consalvi se rió y me dijo que la biografía pudiera escandalizar a los bolivarianos a la antigua, pero que se trataba de un estudio fascinante y bien documentado sobre la Independencia de América del Sur y su máximo líder.Ante esa recomendación del maestro, a los pocos días comencé a leerla. Aún no la había terminado y ya Simón Alberto no estaba entre nosotros. Lo curioso es que cuando iba por la mitad del libro se me ocurrió una idea para el próximo artículo. Lo escribí un sábado y al día siguiente, cuando abrí el periódico, me encontré con que la columna de Consalvi del 3 de marzo, su penúltima, abordaba el mismo tema. Se titulaba La guerra a muerte y otras guerras. Sus citas sobre la proclama de Bolívar y sobre el macabro plan de Antonio Nicolás Briceño, que prometía ascensos militares a quienes entregaran más de veinte cabezas de españoles e isleños, eran las mismas que yo había utilizado. Su análisis, como siempre, era oportuno y esclarecedor.No me quedó más remedio que modificar mi artículo. El martes lo tenía ya listo cuando se anunció que el presidente Chávez había fallecido. Ante esa noticia mi texto parecía inoportuno. Y debí escribir uno totalmente distinto. El domingo siguiente Consalvi publicó su último artículo.Se titulaba Chávez. Es quizás el balance más lúcido que se ha escrito sobre la desaparición del comandante y su papel histórico.El lunes, 11 de marzo, un amigo me comunicó la noticia de que Simón Alberto Consalvi había fallecido. No podía creerlo. Hacía pocos días lo había encontrado lleno de vida y entusiasmo. Consciente de la difícil situación del país, pero dispuesto a llevar adelante sus proyectos intelectuales y políticos.Como si tuviera un legado por dejar aún más amplio y profundo del que ya había dejado. O, quizás, como si quisiera salvar de la destrucción aquello que había contribuido a...

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